El precio de no involucrarse
Por Norman Garrido.
Ya en el siglo XVIII, Edmund
Burke señaló que lo único que necesitaba el mal para triunfar es que los
hombres buenos no hagan nada. Creíamos, o nos hacían creer, que Chile era un
país ejemplo mundial de probidad, pujanza económica, líder social y cultural
latinoamericano. No obstante, este jaguar fue demostrando sus condiciones de
gato en muchos aspectos, especialmente a la luz de los últimos hechos de
corrupción y violación de normas en donde se involucran líderes políticos y
empresariales.
Las personas, de acuerdo con
Thomas Hobbes, somos animales políticos, nos reunimos para conformar una sociedad
y evitar el miedo, la vida solitaria y todas las tragedias asociadas a la
muerte violenta característica de la vida premoderna. Esta condición dio origen
al surgimiento del Estado y su institucionalidad con una compleja serie de
normativas exigidas para que todo funcionara, debíamos respetar las leyes para
vivir y dejar vivir, pero todo se trastocó, nos olvidamos de involucrarnos para
que las cosas marcharan bien, dejamos de participar, nos aislamos en sociedad,
en una suerte de retroceso mezquino al sálvese quien pueda.
En este aparente estado de desafección hacia
todo lo que sea participar de la Polis, la desconfianza hacia el otro pareciera
ser la premisa. Nuestro país tiene una historia vinculada a la violación de
normas, no solo de los individuos, sino más bien desde el Estado, esto llevó a
muchos a involucrarse durante la última tiranía para recobrar una sociedad con
valores democráticos y no fueron pocos los que se comprometieron arriesgando y
perdiendo sus vidas en el intento. Hoy solo quedan recuerdos de la lucha contra
un enemigo común, visible, identificable con nombre y apellido. Varios de los
que abrazaron altos ideales de esos tiempos hoy nos decepcionan con sus
traiciones entre principios y discursos, al parecer no queda mucho por
rescatar, pero nos equivocamos.